«En el análisis de la relación de amor, relación de la cual hice el prototipo de lo que llamo las relaciones de simetría, he intentado demostrar el compromiso que el amante está obligado a preservar entre placer y sufrimiento. Entre catectizaciones privilegiadas y su posibilidad de cambiar de objeto, entre el yo pensado y el cuerpo que él habita, entre el placer de gozar de su pensamiento y el de gozar de su cuerpo: compromisos sin los cuales él no podría preservar su carga de la realidad, ya que se presupone que eso implica la catectización que el pensamiento y por el yo de ese índice de realidad que lo concierne y que es lo único que puede darle un status de existente para su mirada y para la mirada de los demás. Llega siempre un momento en el que el yo, en cuanto administrador de su economía psíquica y de sus catectizaciones va a exigir sus cuentas a esa realidad que participa de su propia naturaleza, de su propia carne».
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